"Los números de la precariedad pop: el fenómeno de “Ojitos Mentirosos” en TikTok"

Imagen representativa del fenómeno de Ojitos Mentirosos en TikTok y la película Chicuarotes
En TikTok, la pobreza se ha vuelto estética. Con la canción Ojitos Mentirosos como himno involuntario, miles de videos muestran calles populares de la Ciudad de México bajo un filtro romántico que transforma la precariedad en tendencia. Una encuesta aplicada a jóvenes revela cómo las redes sociales difuminan la línea entre visibilizar y explotar la vulnerabilidad.

En los últimos meses, el trend de Ojitos Mentirosos se ha extendido por TikTok e Instagram como una coreografía visual de la precariedad. La canción de Alfredo Olivas, originalmente un corrido sentimental, se convirtió en banda sonora de videos que recorren barrios populares, azoteas improvisadas o mercados sobre ruedas. Lo que antes era documento o denuncia, ahora aparece como estética viral. Y en el contexto de las redes sociales, esa estetización no solo genera “me gusta”: también define cómo entendemos la pobreza en la era del algoritmo.

Entre septiembre y octubre de 2025, se realizó una encuesta digital a 53 personas de entre 18 y 30 años, en su mayoría estudiantes y profesionistas de comunicación, cine y artes. El 86% dijo consumir contenido en redes a diario o varias veces por semana, y 7 de cada 10 aseguraron haber visto el trend de “Ojitos Mentirosos” al menos una vez. En TikTok, la pobreza se ha convertido en un paisaje familiar: una textura visual que el espectador reconoce y comparte sin cuestionar.

Los resultados también evidencian un problema de mirada. Casi la mitad de los encuestados percibe que quienes graban estos videos no pertenecen a los lugares que muestran, sino que los visitan para registrar “lo auténtico”. Ese ojo externo, turista y a la vez voyerista, alimenta una forma contemporánea de pornomiseria digital: cuando la pobreza se transforma en contenido aspiracional. Uno de los participantes lo resumió con claridad: “El problema no es mostrar la realidad, sino usarla como fondo bonito para likes.”

Esta tensión no es nueva. El cine mexicano ya había explorado esa frontera entre visibilización y explotación en películas como Los Olvidados, Sin Nombre o Chicuarotes. La diferencia es que, en TikTok, la precariedad no tiene contexto ni discurso: se convierte en fondo. De hecho, el 62% de los encuestados considera poco ética la práctica de grabar en barrios vulnerables solo por viralidad, una cifra que refleja el malestar moral frente a la estetización del dolor.

Aun así, los datos revelan una contradicción incómoda: el 68% reconoce que, aunque le incomoda, sigue consumiendo ese tipo de videos. En un entorno donde todo se convierte en material audiovisual, mirar también es participar. El trend Ojitos Mentirosos no solo retrata una moda: exhibe cómo TikTok y otras redes sociales están redefiniendo la frontera entre empatía y espectáculo. La pornomiseria ya no proviene de una cámara lejana, sino del gesto cotidiano de mirar y compartir. En la era del scroll infinito, la pobreza es contenido de consumo masivo, y su estética, una forma silenciosa de olvido.